miércoles, 25 de agosto de 2010

REFLEXIONES DURANTE UN VIAJE EN AUTOBÚS



¿Será que nos falta comunicación o ya no nos respetamos? Esta pregunta retórica vino a mi mente durante un viaje en autobús. Por cierto soy de ese tipo de personas que observa atentamente todo los que sucede a su alrededor. Así es como aprendo a “leer” en las personas, mediante sus movimientos corporales y principalmente el mensaje de sus rostros, el enojo, la violencia reprimida, la felicidad, la preocupación y tantos otros que la lista se convertiría en interminable.

De allí mi duda, pues considero que saludar a quien conduce un medio de transporte o que nos atiende en un comercio o simplemente que aborda el elevador junto a nosotros, es la actitud básica de toda persona que se precie de tal.

Durante mi viaje, que tuvo una duración de veinte minutos, he escuchado solamente a dos personas saludar: una señora que vestía humildemente y cuyo semblante estaba iluminado por una gran sonrisa y otra quien este relato escribe. Cuántas veces nos cruzamos por la vida, con personas que lucen estupendos trajes y joyas aunque sus modales y educación dejan mucho que desear…

La buena comunicación con nuestros semejantes, no es cuestión de vestimenta, poder adquisitivo o status social, simplemente es reconocer en el otro a una persona con alma y espíritu, con talentos y valores, que por ser creatura merece una comunicación cortés y generosa de nuestra parte.

La expresión del conductor al escuchar mi saludo y un “gracias” fue de incredulidad, tanto así que apenas balbuceó un “hola”; sin embargo, al ser saludado por mi “compañera de cruzada” su actitud ya había cambiado. Quizás he podido infundir, en este señor, una dosis de recuperación de los valores elementales de toda sociedad.

Estamos inmersos en una época que por su vértigo, hace que la comunicación entre los seres humanos sea exclusivamente profesional o con un objetivo meramente práctico. Los horarios, las ocupaciones y preocupaciones han conseguido que la sociedad haya dejado de lado la buena comunicación, cuyo principal sostén es el respeto por los otros.

Desde nuestra profesión mucho podemos hacer y estamos contribuyendo en el día a día, educando a nuestros hijos y a los hijos de otros, dictando seminarios, escribiendo y divulgando que la cortesía y la comunicación son inseparables.
 
Como muchos no pienso darme por vencida y perseveraré en mi objetivo: lograr que el pequeño grano de mostaza se convierta en árbol.