jueves, 8 de enero de 2015

Selfies

Selfies
El pasado 22 de abril de 2014, la NASA, el organismo norteamericano que se encarga del estudio y la exploración del espacio, invitó a todos los habitantes de la tierra a sacarse una autofoto: fueron seleccionadas 36,422 selfies para completar el collage de la imagen de la tierra. La manera de conseguir las fotografías no fue menos megalómana: se hizo por medio del hashtag #GlobalSelfie, el cual fue secundado por personas de más de cien países en redes sociales. La masiva participación conseguida por la NASA supuso, en realidad, la continuidad de un fenómeno cada vez más extendido y que incluso ha merecido ser reconocido por el prestigioso Oxford Diccionary como la palabra del año en 2013: “selfie”. Desde luego, selfie todavía no está en el DRAE, pero de continuar esto, no sería sorprendente que apareciese.
El fenómeno de los selfies ha sobrepasado el ámbito de lo anecdótico y parece estar destinado a no quedar encorsetado en la denominación “moda pasajera”.

Escribo sobre este tema pues a mí, en lo personal, me molesta aparecer en fotografías, sean tomadas por un tercero o bien como autofotos. No obstante, soy permeable a lo que ocurre a mi alrededor y estudio constantemente los “trending topics” sociales.
Confieso que la gota que colmó el vaso (en este caso, el mío) ha sido un artículo llamado “una Teología de las selfies”, aparecido en diciembre del pasado año y publicado por la agencia de noticias católicas “Zenit”. Allí se plantea analógicamente si el hombre no es una selfie de Dios.

¿A qué se debe esta masificación del compartir imágenes sobre uno mismo que tan solo en 2013 supuso 1 millón de publicaciones diarias de este tipo? Evidentemente esto es posible gracias a la dinámica de la inmediatez que asegura una satisfacción casi instantánea, y a la masificación tecnológica que la hace posible,  a la cual somos estimulados por una sociedad cada vez más digitalizada.

El fenómeno se trata, por tanto, de algo de carácter técnico pero también psicológico: son las propias personas las que se sienten involucradas y, aunque parezca una redundancia, protagonistas también de sus propias fotos, incluso al sacarlas.
Esta dimensión protagónica está aderezada por el hecho de que las fotos también son un testimonio capturado en pixeles por el que las personas dicen con imágenes: “yo estuve ahí”, “yo soy así”, “alguien estuvo conmigo”. Y tal vez con un poco de suerte se convierten en contenidos virales, es decir, masivos, consiguiendo así también un poco de fama efímera.

Acerca del Yo, nosotros, ustedes.

El gran metafísico muerto en el siglo XX y creador de la filosofía “in-sistencial”, P. Ismael Quiles S.J, decía que existe un punto focal de la persona que es aquel que nos hace ser nosotros mismos y no otro, en el cual no existimos, sino “in-sistimos”, y que es donde nos encontramos total y radicalmente solos. Solos de soledad completa.

Otros filósofos, en cambio, han escrito lo suficiente acerca del hombre como ser social. No puede darse una plena humanidad sin el otro. En definitiva el hombre es un animal social.
Estas dos posiciones no son, en lo que a mí respecta, antagónicas, sino complementarias. Sin embargo, considero que ambas dan cuenta de una cierta tensión inevitable en la cual estamos embarcados todos los hombres, desde que el mundo es mundo.

Esta tensión proviene de ser necesariamente uno mismo, pero ser significativo para el otro.
Este importante concepto de pronto se vuelve cada vez más abarcativo: ya no es el clásico saludo de buenos días el que está diciendo en realidad, “aquí estoy, soy un ser humano, te reconozco como alguien de mi misma especie, tenme en cuenta” sino que a esto tan básico le podemos sumar sofisticaciones tales como “imagen” “marca personal” “estilo” y un sinfín de fenómenos que vemos repetidos y comentados día a día., y que marcan el yo, el nosotros, y el “ustedes” o “vosotros”. (Aclaro que aprendí de Arturo Pérez-Reverte que usted no es más que una contracción de “vuesa merced”).
Volviendo al tema: les propongo que hagan el mismo ejercicio que yo he realizado con bastante dificultad, y pasen a definir en tres líneas:  ¿qué es una it girl? Me resultó bastante útil.

El fenómeno selfie no ha quedado exento de tintes patológicos como cuando en mayo de 2014 un joven ve caer, tras el sprint final del “Giro de Italia”, al ciclista alemán Marcel Kittel: se le acerca y en lugar de ayudarlo se toma una foto con él para luego compartirla en las redes sociales. Actitudes análogas se repiten en muchas partes y con muchas personas. Y eso es también lo que está en el fondo del breve corto “Aspirational”, de la actriz Kirsten Dunst.
Dunst se burla finamente de la cultura del selfie y pone el dedo en la llaga: la deshumanización de las personas al tiempo de Instagram. En «Aspirational» vemos a Kirsten esperando fuera de su casa. Pasan dos chicas que la reconocen, se le acercan con smartphones en la mano y, sin más, comienzan a sacarse fotos con ella. Terminada la sesión fotográfica, las jóvenes se van sin apenas cruzar palabras. “No quieren preguntarme nada”, les dice Dunst, mientras una de las chicas pregunta a la otra: ¿cuántos seguidores crees que voy a sumar con esta foto?.

Pueden verlo acá: http://goo.gl/yf987A

Desde luego “Aspirational” es una caricaturización pero que tiene su fundamento real: cómo no recordar a aquel niño español que por el mismo año se emocionó hasta las lágrimas ante el hecho de poder tomarse una foto con el futbolista argentino Lionel Messi. “¿Qué te ha dicho Messi?”, le preguntó al niño un periodista tras haber obtenido la foto. “Nada”, fue la respuesta. Él quería la foto con Messi no las palabras del futbolista.

A decir verdad, los selfies no son algo absolutamente nuevo. ¿Quién no recuerda el mito de Narciso quien por vicisitudes de la vida termina enamorándose de su propia imagen, lo que supone también su muerte ahogado mientras contempla su belleza en la rivera del río? No parece exagerado encontrar alguna lección moralizante de aquel “selfie mitológico” que, aplicado a las circunstancias actuales, invita a abrir los ojos no sólo a esa sobre exposición vanidosa sino también a esa falta de autenticidad que va de la mano de la manipulación de imágenes para aparentar ser quienes no somos.

Por falta de espacio, y porque no es el propósito de este post, quedarían por revisar los fenómenos conexos a la fotografía como el photoshop y otros,  que hunden sus raíces tanto en el propio ego como en la necesidad de vender-se, comercialmente hablando, a un público adicto a vivir en un planeta donde la fantasía corporal se completa con siliconas, y la obesidad, cada vez más común en un mundo de hambrientos, se soluciona con lipoaspiraciones.

Me daría por muy satisfecho si estas líneas le han proporcionado, querido lector, una ocasión para reflexionar sobre los conceptos del yo, nosotros y ustedes, desde la óptica de un smartphone.