Los tiempos avanzan vertiginosamente y algunas casas tradicionales dedicadas a la confección de invitaciones han observado una merma en los pedidos de sus clientes. Parecería que el correo por Internet las ha dejado en el olvido. Sin embargo y, afortunadamente, el buen gusto no pasa de moda ni pasará.
Es verdad que los modos se han simplificado un poco y algunas invitaciones se cursan por Internet o por teléfono. No me refiero a las que la vida en sociedad nos lleva a hacer sino a cócteles, almuerzos - algunos mal llamados “de trabajo”- que se conciertan por medio de asistentes. Antes utilizábamos palabras como “invitaciones de urgencia”. En esos casos se invitaba y se confirmaba la asistencia telefónicamente. Sin embargo, de inmediato, se enviaba al convidado un tarjetón con las grandes líneas de la invitación y, en el lugar de “R.S.V.P.” o “S.R.C.”, acostumbrábamos tachar esas abreviaturas y colocábamos las de una palabra francesa. Era “p.m.”, como recordatorio.
No es posible dejar de lado las invitaciones escritas. En ellas deben figurar los datos más esenciales: “Quién invita”; “A quién invita”; “A qué”, “Dónde”, “Día y hora”. A ellos se pueden agregar otros que facilitarán aún más la comunicación entre las personas.
Es necesario personalizar. Cuando empleo ese verbo viene a mí un grande de la enseñanza, el doctor Víctor García Hoz. Él revolucionó los sistemas pedagógicos del siglo XX y me apropio de su personalización. No me parece posible que una sociedad anónima invite a alguien. Esa empresa tiene unas autoridades y son ellas quienes deben hacerlo. Lo mismo sucede con las universidades, los colegios profesionales, los institutos de enseñanza, las instituciones, entre otros. Veamos un ejemplo: “Tienda La Gloria invita a usted” o “La universidad Austral invita a usted”. En el primer caso hay alguien que es propietario o gerente. En el segundo, existe un rector, un decano, un director de departamento, etc. Ellos, con sus nombres y apellidos son quienes invitarán en representación del ente.
Siempre se ha hecho una división y así tenemos las invitaciones totalmente impresas y las parcialmente impresas. También las denominadas “abiertas”. Las que se envían a la imprenta y no dan espacio para añadir algo son las primeras. Podemos llamarlas “ad casum”, es decir las que se imprimen para una ocasión únicamente. En cambio, en las parcialmente impresas se dejan espacios. Son como formularios. Las “abiertas” se usan en sitios donde se debe enviar con frecuencia invitaciones para los eventos más variados.
En los tarjetones podemos incluir algunos datos interesantes. El “R.S.V.P.” o el “S.R.C.”, ha sido prácticamente reemplazado por una frase más clara: “Se ruega confirmar asistencia”. Aun así también hay que ponerse en contacto con los invitados remisos. Son los que no han respondido dentro de las cuarenta y ocho horas de recibida la invitación.
La vestimenta es otro apartado que no es posible olvidar. “La vestimenta del caballero marca la de la dama”, rezaba la conocida advertencia. Parecería más sensato utilizar ahora palabras más precisas: “Señores: traje oscuro de calle”; “Señoras: vestido largo de noche”. Para personas del ámbito castrense emplearíamos otras indicaciones. Las damas elegirán su ropa de acuerdo a la hora de la invitación y podrán adecuar, además, otros detalles como el peinado y el maquillaje.
Sinceramente he llegado a la conclusión de que no existe discriminación cuando me invitan a algo y me solicitan que vaya vestido de una forma determinada. Con libertad puedo optar por aceptar la invitación o declinarla. Por eso, si nos piden que vayamos “a la usanza del año de la Pepa” está en nosotros la decisión.
He comentado alguna vez que no existe “lo informal” y me explico. Si llaman a nuestra casa para invitarnos a una cena parecería lógico preguntar: “Y ¿cómo vamos?”. Si nos responden “venid como queráis”, el “como queráis” es una forma. El sentido común nos llevará, en ese caso, a usar unas prendas de acuerdo a nuestra edad, a la hora del agasajo, a la temperatura.
En Argentina se ha extendido el empleo de las palabras “casual” y “elegante sport”. En algunas cosas somos un poco británicos y entendemos, por lo primero, el uso de ropa elegante pero que a los hombres nos exime de usar chaqueta y corbata. En cambio el “elegante sport”, de acuerdo a las normas de una institución, sería “chaqueta de un color, pantalón de otro, camisa y corbata”.
Hasta aquí han sido indicaciones generales. He tenido ocasión de leer detenidamente la invitación enviada por la reina Beatriz de los Países Bajos a “mi señorito”. Cuando me encontré con el sobre en mi despacho me sorprendí. Por un lado, estaba la invitación en cartulina con algunas de las advertencias detalladas hoy. Después venían tres folios donde se explicaban las partes del acto a realizarse. Eran: recepción, gala de ballet, y a continuación un cóctel. Sinceramente agradecí a la Embajada por ese dechado de arte. No se dejaban de lado los teléfonos celulares, la vestimenta, el saludo a la reina, los horarios de comienzo y de finalización, entre otros muchos detalles.
Sé que no he agotado el tema que me propuse. Tampoco deseo hacerlo con la paciencia de quienes leerán este artículo. Perdonad si lo hice mal.