Veamos
la siguiente situación: en
una reunión de trabajo, una persona está exponiendo sus ideas a un equipo de
ejecutivos. A medida que avanza en su explicación, nota que sus interlocutores
han girado no sólo su cabeza sino también el torso, acomodándose en la silla
para verle mejor.
A los pocos minutos, observa que
además han cruzado una pierna apuntándole con su calzado y se da
cuenta que ha podido presentar sus propuestas sin interrupciones.
¿Qué ha sucedido? Quienes le
escuchaban han demostrado, con la postura adoptada, cierta seducción tanto por
el tema en sí como por el lenguaje empleado, la melodía de la voz y los gestos
y ademanes que acompañaban el discurso.
En conclusión, prestemos más atención a los “mensajes silenciosos” que emite nuestro cuerpo sin que nos demos cuenta, ellos
delatan nuestros pensamientos y sentimientos.
Por Edith Pardo San Martín