miércoles, 22 de junio de 2011

Decreto 824/2011 - Símbolos patrios


SÍMBOLOS PATRIOS
Decreto 824/2011
La Bandera Nacional Argentina deberá permanecer enarbolada de forma permanente en todos los edificios públicos.

Bs. As., 17/6/2011
VISTO y CONSIDERANDO:
Que la Bandera Argentina es uno de los más importantes símbolos patrios, indicativo de la soberanía nacional, debiéndosele rendir el máximo honor y respeto como afirmación de los valores patrióticos del país.
Que es necesario reafirmar las tradiciones que encierra dicho emblema y satisfacer su verdadera aspiración de confirmar el concepto de soberanía y de identidad nacional, manteniendo viva la presencia permanente del pabellón nacional.
Que por el artículo 1º del Decreto del 19 de mayo de 1869 se dispuso que la bandera argentina sería izada en todos los edificios públicos, en tanto el artículo 4º del Decreto Nº 1027 del 19 de junio de 1943 limitó sus alcances, ordenando que la bandera de la patria se izara al amanecer, en los lugares y días que corresponda, y se arriara con la entrada del sol, no debiendo quedar, por ningún motivo izada durante la noche.
Que la Ley Nº 25.173 establece la obligatoriedad de instalar la enseña patria nacional en todos los puestos de acceso y egreso del Estado argentino y en las empresas de servicios públicos, identificadas como nacionales, sin importar la procedencia de sus capitales.
Que la Bandera Argentina debe permanecer en alto como gloria de un pueblo generoso, representando a los hombres y mujeres que se sienten protegidos por ella, constituyendo un emblema de libertad, paz, honor y trabajo, a lo largo de nuestra historia.
Que a tal fin, resulta indispensable otorgar a nuestra enseña patria, vínculo indestructible entre las generaciones a través de los tiempos,
símbolo de libertad, civilización y justicia, un tratamiento reverente con un criterio de orden y respeto hacia ella.
Que en este sentido, se dispone que la Bandera Nacional Argentina sea enarbolada en todos los edificios públicos de forma permanente, a cuyo efecto corresponde sustituir el artículo 1º del Decreto del 19 de mayo de 1869, derogando el artículo 4º del Decreto Nº 1027 del 19 de junio de 1943, sin perjuicio de las disposiciones reglamentarias que imperan —entre otros— en los ámbitos militares, educativos y de espacios públicos.
Que de este modo se retoma el espíritu de la norma de 1869.
Que la presente medida se dicta en uso de las atribuciones emergentes del artículo 99, inciso 1, de la CONSTITUCION NACIONAL.
Por ello,

LA PRESIDENTA DE LA NACION ARGENTINA DECRETA:
Artículo 1º — Sustitúyese el artículo 1º del Decreto del 19 de mayo de 1869, por el siguiente:
“ARTICULO 1º.- La Bandera Nacional Argentina deberá permanecer enarbolada de forma permanente en todos los edificios públicos.
Dicha obligación será extensiva a todos los puestos de acceso y egreso del Estado argentino y a las empresas de servicios públicos identificadas
como nacionales, sin importar la procedencia de sus capitales, de conformidad con lo previsto en la Ley Nº 25.173”.
Art. 2º — Derógase el artículo 4º del Decreto Nº 1027 del 19 de junio de 1943.
Art. 3º — El MINISTERIO DEL INTERIOR dictará las normas complementarias y aclaratorias del presente decreto.
Art. 4º — La presente medida entrará en vigencia el día de su publicación en el Boletín Oficial.
Art. 5º — Comuníquese, publíquese, dése a la DIRECCION NACIONAL DEL REGISTRO OFICIAL y archívese. — FERNANDEZ DE KIRCHNER. — Aníbal D. Fernández. — Randazzo.

lunes, 20 de junio de 2011

Gral. Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano

La bandera deberá flamear en todos los edificios públicos 365 días al año

La Presidente de la Nación firmó un decreto por el cual se retoma una antigua resolución, de 1869, firmada por Domingo Faustino Sarmiento, según la cual durante todo el año la bandera deberá estar enarbolada en los mástiles de los edificios públicos nacionales, provinciales y municipales.

lunes, 6 de junio de 2011

Boda en el Principado de Mónaco

Cuando el maestro aprende


Desde hace varios años imparto anualmente unos cursos breves para empleadas del hogar. Tienen la finalidad de brindar una capacitación básica a un grupo muy numeroso de mujeres que se desempeñan en casas de familias. Esta  actividad bien podría desarrollarse  en Madrid, en Londres, en Nueva York o en mi ciudad, donde siempre se encontrarán personas  con verdadera dedicación y esfuerzo, ansiosas de recibir una formación humana y profesional.

Una muy elogiable institución posee en Buenos Aires unas instalaciones en una zona muy poblada. Hasta allí acuden las alumnas con sacrificio. Quienes asisten a los cursos son mujeres que emplean parte de su descanso semanal para capacitarse. La primera vez que tuve frente a mí a un grupo de unas cincuenta empleadas me emocioné y se los dije con sinceridad. Quizá se sorprendieron con mis palabras de aliento a su profesión invalorable. Tomé ocasión para hablarles de protocolo, etiqueta y ceremonial. Busqué en las miradas una respuesta que llegó de inmediato y eso me ayudó enseguida a hablarles del saber estar.

Sé bien que mi intento no corresponde al protocolo y al ceremonial. Sin embargo es preciso introducirlas en un mundo que a veces les parece imposible de llegar. Sorpresa tras sorpresa fuimos pasando desde la mesa a la inglesa o a la francesa, a las presidencias, a las precedencias, a la cubertería y a todo aquello que se  pone de manifiesto en la vida cotidiana y, con más esplendor, cuando en la casa hay invitados. A ellos hay que proporcionarles calor, afecto. La atención exquisita la darán los dueños de casa y sus  empleadas.

Las voces del público no tardaron en llegar en forma de preguntas. Una seguía a la otra y si había comenzado emocionado, todas las inquietudes me llegaron hondo. “¿A quién debo acercar la fuente en primer lugar?”. “Si hay tres señoras, cómo procedo?” ¿“Qué formas hay para atender la mesa”? A veces respondí con otra  pregunta: “¿Cuántas personas trabajan junto con usted y cuántos comensales se sientan a la mesa?”. “Si la dueña de casa les pide algo diferente a lo que saben, ¿qué pueden decirle?”, “¿cuánto tiempo permanecen en la mesa los comensales que usted debe atender?”. “¿Qué detalles tienen cuando hay un cumpleaños?” Una advertencia afectuosa  fue para evitar roces con las dueñas de casa.

Parecería que en los tiempos actuales sería más conveniente utilizar un verbo diferente a servir. La palabra sería asistir a la mesa. Se dice servir a la patria, a la familia, a la profesión, a los propios intereses, al egoísmo, a la vanidad. Todos servimos y la profesión de empleada del hogar es tan importante como la que tenemos.

Si nos quedamos solamente en temas tan nimios como la cucharilla o el muletón que cubre la mesa, podemos olvidar que la empleada  desarrolla una tarea impresionante en el hogar. De ella dependen muchas veces el cuidado de la casa, la atención de los niños, la elaboración de las comidas, la limpieza y todo aquello que ayuda a mantener un clima de orden, de armonía, de buen gusto. Por eso, les  recordé  como singular la tarea que  tienen en sus manos. Ellas pueden mucho. Enseñan a una niña a utilizar una servilleta o a dejar los cubiertos de una manera correcta sobre el plato, animan  a que se pidan las cosas en la mesa por el conducto reglamentario, es decir por medio de quien hace cabeza. Son muchas las ocasiones y es imposible detenernos en ellas.

Todos cometemos errores y los mismos tienen que pasar inadvertidos. A veces, especialmente en la asistencia de la mesa, se producen algunos. Les recordé una anécdota. En una familia había invitados y uno de ellos tenía un régimen especial de comida. La dueña de casa olvidó comentar el lugar donde se ubicaría ese comensal. ¿Qué sucedió? Lo previsible y en el momento menos propicio. Como no sabía la empleada a quién acercar el plato con la dieta, se aproximó a su patrona y  le preguntó en voz baja: “Perdón ¿pero, cuál es el señor que no es normal?”. Son esas cosas  que no deberían ocurrir. Sucedió justo en el instante en que todos los de la mesa habían hecho silencio.

Es cierto que la virtud de la justicia y las normas jurídicas colaboran para que las empleadas del hogar reciban la remuneración justa y adecuada. También para que tengan horarios de acuerdo a sus obligaciones familiares como las personas que se desempeñan en otros ámbitos. Por eso alabo la inquietud de quienes promueven su capacitación y colaboran para que puedan asistir a cursos y a clases.

Aprendí mucho en las clases. Los conceptos que han colaborado en la redacción de esta nota no son inventados. Son de vita vissuta. Los escuché de labios de las participantes.  Por eso  escribí al principio “Cuando el maestro aprende”.
 
Por Esp. Roberto Sebastián Cava
Fuente "Revista Protocolo.com"