La visita del presidente Barack Obama que se
iniciará el próximo miércoles, ha disparado no sólo conjeturas políticas y
económicas sino también aquellas relacionadas con la agenda oficial
establecida.
En protocolo es conveniente trabajar con la
tríada Protocolo-Seguridad-Comunicación en todo momento y, en esta ocasión, es
impensable la aplicación del uno sin el otro. El protocolo, el ceremonial y la
etiqueta, existen para facilitar los actos propios de una sociedad civilizada y
nunca para complicar u opacar las relaciones entre las personas y los países
que éstas representan.
En este caso la gestión de los procedimientos
de seguridad será una prioridad en la visita, como lo es en cada salida del
mandatario estadounidense, ya que siempre viaja con vehículos y personal entrenado
para evitar cualquier contingencia, conformando éstos últimos el anillo más
cercano a su figura. Es importante mencionar, que todos los operativos de
seguridad se realizan de forma conjunta con los Servicios de Inteligencia, las
Fuerzas y Divisiones de Seguridad del país anfitrión.
Todas las actividades que se llevarán a cabo durante
la estadía del presidente visitante y su comitiva, ya habrán sido planificadas,
negociadas y consensuadas entre funcionarios de ambos gobiernos, en los
encuentros conocidos como “reuniones de avanzada”.
Una visita oficial debería seguir los pasos
acostumbrados del protocolo de Estado: cuando el Air Force One toque tierra, la
Canciller Susana Malcorra, el embajador de los Estados Unidos y otras autoridades
recibirán al matrimonio presidencial. Posteriormente,
una vez conformada la “cápsula” de seguridad móvil, el presidente Obama y su
esposa, se dirigirán al Palacio Bosch, sede de la Embajada de los EE.UU., donde
se alojarán durante su estadía en Buenos Aires.
Otra de las secuencias de la visita, es la que
se realiza en la Casa de Gobierno, lugar al que llega escoltado por los
Granaderos a Caballo. Allí el presidente Mauricio Macri le esperará en la
explanada Rivadavia, para acompañarlo al Salón Blanco, lugar en el que se
celebrarán la firma e intercambio de convenios y tratados bilaterales en
presencia de funcionarios e invitados especiales de ambos países, culminando con
sendos –y breves- discursos.
En otros tiempos, una de las ceremonias
relevantes que un mandatario visitante realizaba, era la asistencia a una
sesión especial de la asamblea del Congreso Nacional, allí era recibido por el
vicepresidente y pronunciaba un discurso ante las dos Cámaras, como lo hizo el
presidente Bush padre en el año 1990.
Volviendo al presente, es de esperar que antes
de iniciar las ceremonias previstas, los gobernantes mantengan una sencilla
reunión como medio para comenzar a reconstruir las deterioradas relaciones
bilaterales, dadas las circunstancias que rodearon la visita de George
W. Bush (h.) en noviembre de 2005.
Por otra parte, según el protocolo de Estado,
el presidente Obama rendirá homenaje al Gral. José de San Martín colocando una
ofrenda floral, ante el monumento que se encuentra en la plaza que lleva su
nombre. Asimismo, es de estilo, que el Jefe de Gobierno porteño le entregue las
“llaves simbólicas” de la Ciudad de Buenos Aires.
¿Es el país anfitrión el que deberá sufragar
el costo de una visita oficial de Estado compuesta por 700 miembros? La
respuesta se encuadra en las normas internacionales de reciprocidad, las cuales
establecen que el presidente visitante es un invitado del estado anfitrión y desde
esta jerarquía en adelante, los gastos de la comitiva se acuerdan en las
mencionadas negociaciones previas al viaje.
Quizás la Cena de bienvenida que ofrece el
jefe de estado anfitrión, sea uno de los actos en los que se despliega en mayor
medida “el arte del protocolo”; una organización y programación inteligentes
otorgarán relevancia a los dos momentos principales: el intercambio de
condecoraciones y el brindis cuyos protagonistas centrales son los primeros
mandatarios. Es conveniente destacar que los obsequios y las condecoraciones no
se otorgan a las personas sino a las jerarquías que éstas representan.
Al mismo tiempo deberá existir un estricto
respeto por el orden de precedencia protocolar, aun procediendo por analogía en
los casos que los invitados no ocupen cargos públicos. Esto se evidenciará en una
armonía en la ubicación de los comensales en las mesas y en un delicado equilibrio
entre lo rigurosamente protocolario y la creatividad de la ambientación de los
espacios.
Quedan muchos tópicos protocolarios pendientes
de análisis, como por ejemplo, las diferencias entre las banderas de ceremonia:
la de los EE.UU. no lleva moño, como la insignia argentina, pero sí está
bordeada de flecos de gusanillo de oro.
Debido a la magnitud, duración y trascendencia
de la visita del presidente Obama, solamente resta anticipar que, cuando el
presidente Macri visite oficialmente el 1º de abril la ciudad de Washington, se
podrá esperar un tratamiento acorde a los principios internacionales de la
“Igualdad jurídica de los Estados y los ciudadanos” y de reciprocidad.
Por Edith Pardo San Martín