lunes, 19 de noviembre de 2012

La armonía de las formas




En las relaciones interpersonales, una de las maneras de comunicarnos con nuestros interlocutores, es la que –de manera consciente o inconsciente- realizamos de acuerdo a los movimientos de nuestros cuerpos. Sin embargo, el contenido de estos mensajes, siempre varía según sea que el emisor pertenezca al género femenino o masculino.

En general, al observar a un hombre en su forma de caminar, gesticular o realizar ademanes, podríamos decir que sus movimientos nos remiten a formas rectas o quizás hasta rígidas. No obstante, según la personalidad, cultura, zona de residencia o profesión, nos encontramos con expresiones corporales masculinas austeras, educadas (en ocasiones en exceso), sencillas o toscas. Muy diferente es el caso de aquellos hombres cuya actividad está asociada a las artes, sus movimientos suelen ser más plásticos es decir, más flexibles que estáticos.

Cuando observamos al género femenino, percibimos que los movimientos conservan su relación estética[1] con las propias formas curvas corporales, vale decir, sutiles, redondeados y suaves propios de la femineidad. De igual manera que los hombres, en los movimientos de las mujeres, intervienen las mismas variables mencionadas en el párrafo anterior.

“La armonía de las formas”, no nos remite sólo al movimiento corporal humano el cual es realizado casi mecánicamente, sino que además debemos relacionar esta expresión con el mensaje que emite nuestro espíritu, nuestra alma. Si no existe un orden intrínseco basado en valores morales de ética y transparencia, el mensaje que emita nuestro cuerpo será directamente proporcional a ese desorden interior.

Por tanto, esta armonía encuentra tierra fértil en aquellas personalidades que continúan trabajando en su jardín interior, en su yo espiritual o universo interior[2]. Esta construcción interna ha sido denominada por Theodor Lipps, “endopatía”[3], que supone la necesidad del propio conocimiento interior con el fin de poder establecer la empatía con el o los otros.

Considerando a cada persona como “un pequeño cosmos”[4], su imagen revela lo que es, siente y piensa, en otras palabras el conjunto de su alma, mente, espíritu y emocionalidad[5].

Por ejemplo, los movimientos corporales que realiza una persona que conoce el verdadero sentido de la palabra cortesía, que además su labor es relacionarse constantemente con otras personas, se van aprendiendo tanto en la vida académica como en la laboral.

No obstante, cierto es que gran parte del cultivo en esa tierra fértil, tiene lugar en el mismo hogar y al pasar por la institución académica se incorporan diferentes conceptos que harán su aporte a la cultura[6] de la persona.

Todo futuro profesional, debe saber que muchos serán los ojos que estarán posados en “la armonía de las formas” que transmitan, tanto en sus expresiones habladas como en las que realice con su cuerpo.

Acciones y señales

¿Cuántas veces ponemos atención en los mensajes que transmitimos mediante nuestros gestos y ademanes[7]?

En realidad toda persona que pone atención a la propia imagen en su totalidad, debe saber que existen mensajes relacionados con la seducción, los que se hacen de manera inconsciente y por lo tanto, es preciso reconocerlos para no emitir mensajes equívocos.[8]

Veamos: según el Dr. Albert Scheflen, cuando una mujer acaricia su cabello manifiesta lo que ha dado en llamar “conducta de acicalamiento”, siendo esta una clara actitud de sensualidad y coqueteo.

Por el contrario, cuando un hombre acciona de la misma manera, se lo relaciona con la necesidad de agregar prolijidad a su imagen externa.

Otras señales femeninas reconocidas son, la ondulación de las caderas al caminar o cruzar las piernas al sentarse.

Y ¿cuáles son los indicadores de seducción masculinos? Si lleva corbata, arreglarla o alisarla; si no la usa, componer el cuello de la camisa o cualquier otra prenda que lleve, quitarse motas de polvo “imaginarias” de los hombros o modificar la posición del reloj.

Poner atención a la imagen, implica asimismo asumir una correcta posición del cuerpo tanto cuando se permanece de pie, como cuando se está sentado. En ambos casos, la postura que comunica armonía, esa sincronía entre el lenguaje hablado, el orden interno y la aceptación del propio cuerpo, se transmite mediante un porte erguido pero no forzado, sino suelto y elegante.

Con relación a la postura, es cierto que en ocasiones, adoptar una alineación de la columna vertebral podría resultar difícil y hasta dolorosa debido, por ejemplo, al trabajo que se realiza, por el que se ha asumido una postura encorvada o descuidada.

Lo importante, en todo caso, es tomar conciencia de los beneficios que produce una alineación corporal y corregir una actitud que desfavorece a la imagen que se desea transmitir que, en el lenguaje de las palabras no es otro que el de la mencionada armonía interior.

La imagen es un todo

La imagen es mensaje[9], es única, irrepetible, no se puede copiar pues le pertenece a cada persona y también puede abrir o cerrar muchas puertas.

Con todo, una postura adecuada así como una estética cuidada, no siempre es garantía de comunicar el mensaje adecuado o deseado. Cuando el yo interior no está en armonía intentar enviar un mensaje exterior, que podría ser traducido en palabras como, “aquí estoy”, en verdad es percibido como “aquí no quiero estar”.

Así la primera impresión será nula o ignorada, en el mejor de los casos, o bien negativa y desfavorable. Simplemente, no basta sólo con ser sino además, parecer.

Sin embargo, la postura, los gestos y ademanes, la imagen perfecta o ideal, en otras palabras, no existe por el simple hecho que el ser humano es imperfecto. Podremos, entonces, hacer referencia a una imagen correcta o incorrecta, según el público objetivo que la percibirá.

Siendo la imagen un todo, que representa el conjunto de la persona como ser finito, único e irrepetible, cuya forma armónica estará sustentada en la propia esencia, esa “su imagen” será la base que le inspirará para construir “su marca personal”.

Como conclusión, se debe tener presente que para construir buenas relaciones es fundamental:

§  favorecer la buena comunicación, mediante una mirada franca
§  un saludo acorde a las personas, las circunstancias y la cultura
§  que una sonrisa puede persuadir y hasta allanar un incipiente conflicto
§  que antes de hablar, es importante pensar muy bien qué se quiere decir: “Diplomático es aquel que piensa dos veces antes de hablar y luego no dice nada”  (Sir Winston Churchill).



[1] Al hablar de “estética” no se hace referencia a la “Estética filosófica que, junto con la Ética y la Lógica forma la tríada de esas “ciencias normativas” de que hablaba Wundt, o sea uno de esos conjuntos de reglas que se imponen a la vida del espíritu”. Huisman, Denis. L´esthétique, Presses Universitaires de France, París, 1954. Aquí, la “estética” debe ser tomada según la definición que brinda el DRAE: “…armonía y apariencia agradable a la vista, que tiene alguien o algo.”
[2] Stein, Edith. Tesis doctoral “Sobre el problema de la empatía”, 1916.
[3] Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora. Endopatía: traducción del término francés “intropathie”, endo: dentro y patía: lo que se sufre o siente.
[4] Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica, primera parte.
[5] Los padres de la Iglesia Católica, estudiaron y enseñaron que, cuando se hace referencia al hombre (en el sentido filosófico de la palabra) se lo comprende como una unidad de cuerpo-alma-mente (un único yo-sujeto), pues los tres refieren estrictamente al hombre, animal superior que lo diferencian dentro del reino animal por poseer un alma.
[6] Cultura: del latín cultivar. La cultura es una estructuración jerárquica de un orden de valores efectuada por una sociedad, en un tiempo y un espacio determinados.
[7] Gestos: son los movimientos realizados con el rostro, las expresiones faciales. Por ejemplo: Paul Ekman y Wallace Friesen, distinguieron cinco categorías de gestos. Ademanes: son los movimientos realizados con las manos o los brazos, también identificados como maneras
[8] “Los que mantenemos abiertos los ojos podemos leer volúmenes enteros en lo que contemplamos a nuestro alrededor”. Hall, Edward, 1965.
[9] La imagen es mensaje”: lema elegido para identificar la visión de la consultora que dirijo. 

Por Edith Pardo San Martín

martes, 30 de octubre de 2012

De capelinas, pamelas y tocados una cuestión de etiqueta





Si quisiéramos buscar una imagen del mes, sin lugar a dudas, sería la fotografía de la ceremonia de presentación de Cartas Credenciales por la Embajadora Da. Alicia Castro ante la Reina Isabel II.

Inmediatamente la red se inundó de la única imagen que ha sido distribuida para todos los medios, lo que provocó una gran cantidad de opiniones de los experimentados profesionales del protocolo, como las críticas de los que creen ser especialistas en estos temas.

El sentido común y el saber ser, nos indican que antes de emitir comentarios poco elaborados así como carentes de información y hasta de elegancia, es preciso recabar información –si es que no se ha estudiado- y ser prudente antes de hablar. ¿Es correcto referirse a la indumentaria de una persona, en este caso una diplomática, que “estaba vestida como con un uniforme”, haciendo referencia al traje de chaqueta y falda de tono azul elegido para la ocasión?

Pero sin temor a equivocarme, lo que más ha llamado la atención ha sido el sombrero que llevó la Jefe de la Misión Diplomática.

Antes de hacer referencia al mismo, considero prudente recordar que en el caso de las monarquías, estas ceremonias son minuciosamente planificadas, por ejemplo: la puntualidad en el horario, el representante de la Reina que recibirá al Jefe de la Misión Diplomática quien es trasladado en carruaje, a cuántos pasos de distancia debe llegar frente a la Reina, la fórmula de presentación, las formas de saludo así como la entrega de las Cartas Credenciales –que debe hacerse con ambas manos-, la introducción de los funcionarios de la Misión Diplomática y el momento de la despedida, retirándose sin dar la espalda a la Reina.

Ante tanto detalle, el nuevo embajador se prepara para este acto, con el fin de expresar en muy pocos minutos y con las palabras acertadas, aquello que el gobierno al que representa desea transmitir –por su intermedio- al monarca o jefe de estado ante quien se presenta.

En estas ceremonias en el Palacio de Buckingham, la etiqueta en el vestir o “dress-code” especifica que los hombres deben concurrir ataviados con jaquet y chaleco negro,  uniforme de gala o traje tradicional. En el caso de las señoras, deben llevar vestido de día con sombrero o traje tradicional.


Los antecedentes de los sombreros en Argentina

Y aquí hemos llegado al gran tema: el sombrero que usó la Embajadora Da. Alicia Castro, el que no era ni una pamela, ni un tocado ni una capelina.

En nuestro país, como dice Susana Saulquin en el libro La moda argentina,”de 1930 a 1949, los sombreros discretos, ladeados, tipo boina, convivían con las grandes capelinas de paja o terciopelo de copa corta y anchas alas que se adornaban con flores de organdí. Ninguna mujer salía a la calle sin su sombrero, ni siquiera la mucama que cumplía su trabajo por horas o las alumnas de los colegios normales. Como los sombreros eran usados en todas las clases sociales, en los barrios era muy común el oficio de sombrerera. No sólo se hacían sino que también se enseñaba su confección a las mujeres de la clase media”, explica.

Sin embargo, en estos últimos años en Argentina los sombreros estilo cloche han vuelto a usarse en invierno y las capelinas han regresado, para protegerse del sol, debido a que los veranos cada vez son más calurosos.

De capelinas, pamelas y tocados

Veamos las diferencias.

La capelina, se caracteriza por su ala un poco más corta por detrás que se utilizan fundamentalmente en verano para protegerse del sol y están confeccionadas en paja y colores pasteles.

La pamela que, toma su nombre de Pamela la protagonista de una novela de Samuel Richardson (1689-1761) quien llevaba un sombrero de ese tipo, son sombreros de ala muy ancha que sólo se usan de día, sobre todo, por la mañana y preferiblemente, con trajes de dos piezas. En cuanto a la estética, aunque puede llevarse con el pelo suelto, por su espectacularidad, se recomienda llevarla con peinados recogidos. La pamela se utiliza en celebraciones diurnas como bodas, comuniones o bautizos u otras en los que la etiqueta exige acudir con la cabeza cubierta como las célebres carreras de Ascot en que las damas inglesas lucen sus más extravagantes modelos.



El sombrero es una prenda de vestir que tiene copa y alas.

Los tocados, a diferencia de las pamelas, se pueden utilizar en bodas de día y de noche, por lo que su tamaño e importancia dependerán del momento: más grandes de día y más pequeños de noche. Los materiales con los que estén confeccionados también marcarán la estación más adecuada para lucirlos. Para el invierno, los fieltros y los terciopelos siempre son correctos y la rafia o la seda son perfectas para la primavera-verano.

Según la sombrerera Blanca del Piñal, el sombrero es una cuestión de proporción. Las señoras de baja estatura se verán mejor con sombreros tipo cloche, de ala pequeña. Las pamelas y sombreros recargados están reservados para damas más corpulentas. No hay que olvidar tampoco el color de los ojos y del cabello, para coordinar tonalidades. 



Habiendo establecido las diferencias y, volviendo a la etiqueta de la Embajadora,  respecto de la vestimenta es conveniente tener presente que la moda en Europa lleva un año adelantada, por lo que esa tonalidad de azul es la que se verá en el invierno 2013 por estas latitudes. El calzado es el adecuado tanto para una funcionaria de su rango como para la ocasión, ¿cómo se vería una Embajadora con zapatos de plataformas y tacones de 10 centímetros?

Con relación al sombrero y, para aclarar las dudas: llevó una pamela de plato con tocado. Para este estilo, como ya mencioné anteriormente, lo ideal es llevar el pelo sujeto, por ejemplo como muestra la fotografía a continuación.



Un detalle importante. Curiosamente, entre todos los comentarios que se hicieron, nadie ha puesto el ojo en que la embajadora no llevó bolso. De haberlo hecho, al llevar la carpeta que contenía sus cartas de presentación, hubiese sido una situación muy compleja cumplir con todos los pasos que el protocolo le indicaba.

Criticar por el simple hecho de decir algo, no construye ni aporta, en cambio si se hace desde la opinión con fundamento siempre dejará algo en qué pensar.





por Edith Pardo San Martín

miércoles, 3 de octubre de 2012

En octubre, yo llevaré mi lazo rosado

Octubre, ha sido señalado como el mes internacional de lucha contra el cáncer de mama. Muchas mujeres famosas se han sumado a esta cruzada, como por ejemplo, Penélope Cruz, que se ha convertido en embajadora y vocera de la campaña contra el cáncer de mama junto a Carolina Herrera. La diseñadora este año ha lanzado, además, una edición especial de la fragancia "CH Pink Love".
Yo no soy famosa pero me comprometí hace años al prometerle a mi madre, en su agonía, que me cuidaría y ayudaría a quien necesite aunque sólo sea una palabra de aliento.
Por eso este octubre llevaré el lazo rosado, que estará en mi muro de Facebook y en este espacio.
Es preciso que tomemos conciencia que este no es un compromiso únicamente femenino, los hombres también pueden unirse a esta cruzada. Algunos se preguntarán ¿por qué?, por varias razones:
  • porque han nacido de una mujer que los ha concebido con amor y a quien aman
  • porque quizás tengan hermanas, tías, cuñadas, sobrinas, primas con las que comparten momentos felices
  • porque a su lado vive una mujer a la que aman de manera diferente, posiblemente, ella les haya dado hijas a quienes sin duda aman pues son carne de su carne               
  • porque tienen amigas a las que quieren o conocidas a las que aprecian
  • porque, seguramente, habrá alguna mujer que colabore con su trabajo.
Sin embargo, no es necesario llevar un lazo rosado como un distintivo.

Si eres mujer, puedes optar por un pañuelo, una pashmina, una remera, una blusa, un collar u otro accesorio que cuando le mires sientas que te has comprometido para luchar contra este cáncer.

Si eres hombre, y frecuentas las redes sociales, escribe una frase o comparte un pensamiento indicando tu compromiso con esta causa, eso será suficiente.

No sientas vergüenza, todos -o casi todos- hemos conocido de cerca lo que el cáncer de mama provoca, si no se toman medidas a tiempo.

Por todo esto, por las mujeres que ya no están entre nosotros, por las que están sufriendo, por las adolescentes que despiertan a la vida, por las jóvenes que sueñan con ser madres, por las que tienen la dicha de haber dado a luz, por las que nunca podrán sentir en sus entrañas la vida por nacer...

En octubre yo llevaré mi lazo rosado, y vos ¿ya tenés el tuyo?

por Edith Pardo San Martín

lunes, 17 de septiembre de 2012

La asertividad o el arte de decir diplomáticamente "no"




La asertividad prepara para actuar con un perfecto equilibrio entre emoción y razón, según la información disponible. (Nelda Sherton, Sharon Burton)

Es importante establecer la diferencia entre un comportamiento asertivo, uno pasivo y otro agresivo. Pero vayamos por partes.

Asertividad proviene del latín assérere, assertum, que significa afirmar.

Precisamente adoptar en la vida una actitud asertiva permite explicitar, sinceramente, los propios sentimientos, necesidades o apreciaciones sobre diferentes temas, con el respeto que merecen los interlocutores con quienes nos relacionamos.

Esta visión de la vida facilita las relaciones entre las personas y favorece la propia autoestima, lo cual reduce las situaciones de estrés. Un comportamiento asertivo evita, asimismo, escenarios propiciatorios de incipientes conflictos por falta de información de las partes involucradas.

Por ejemplo: “Ana piensa: presenté el informe completo en tiempo y forma y Antonio  ni lo miró, seguramente debe tener un problema conmigo y no me lo quiere decir”. Es muy probable que este pensamiento se torne recurrente en Ana, que es quien lo ha generado. En cambio, una Ana asertiva, le preguntará a Antonio –en un marco de respeto- “Antonio, ¿podrías darme tu opinión del informe que preparé para la próxima reunión?”.

Por el contrario si Ana no toma la iniciativa para aclarar su duda, esa suspicacia podría derivar en un conflicto con Antonio.

En situaciones simples, como la descripta, y en otras de mayor complejidad es la Inteligencia Emocional la que se pone de manifiesto, dado que esta inteligencia  nos permite reconocer tanto nuestros sentimientos como los de los demás. Con la habilidad intelectual, somos capaces de analizar y sintetizar, poner en marcha la creatividad y desarrollar un vocabulario o glosario que se corresponda con nuestra actividad.

Así también, las habilidades emocionales se relacionan con la generación de la propia  confianza, contribuyen a ejercer la empatía aumentando así la capacidad de practicar una buena comunicación.

Ser asertivo no es otra cosa que afirmar la propia personalidad y ejercer el señorío de nosotros mismos apoyados en la empatía y una comunicación positiva.

Queda en evidencia que ser asertivo conlleva ciertos riesgos, pues se trata de revelar las propias dudas, sentimientos o intereses sin perder de vista los de las otras personas.

En contraposición, un comportamiento agresivo es aquel en el que el reclamo o  la explicitación de aquello que no nos hace felices, se realiza en un ambiente de humillación y hostilidad. Una persona agresiva siempre intentará imponerse por actitudes y acciones que avasallen los derechos de quienes les rodea.

Ahora bien, existe un tercer aspecto del comportamiento que es el pasivo. Una persona que actúa según los deseos o imposiciones de otros, sin hacer valer sus opiniones, intereses o necesidades, deja en evidencia una actitud excesivamente tolerante.

Posiblemente, esto provoque conflictos internos y hasta cuestionamientos del tipo “por qué no se lo dije”, “por qué me callé”  o “tendría que haber dicho mi opinión al respecto”.

Tanto un comportamiento agresivo como uno pasivo no favorecen las relaciones sociales y provocan situaciones de tensión que resultan perjudiciales en cualquier circunstancia.

¿Ser asertivo significa adaptarse a las necesidades o requerimientos de otras personas? No.

Tener una actitud asertiva nos permite, de manera respetuosa y empática, interrumpir a nuestro interlocutor y solicitar una aclaración o explicación. La asertividad nos provee la posibilidad de elegir cuándo decir “no” y cuándo decir “sí” frente a determinadas circunstancias.

Y a esta altura de la reflexión debería preguntarse, ¿una persona nace o se torna asertiva? Es posible que existan personas que, en forma innata tengan una tendencia a la asertividad, sin embargo una gran parte de la humanidad necesitará un entrenamiento asertivo. Adoptar un proceder asertivo supone decir “esto es lo que pienso”, reclamar “esto es lo que necesito” y manifestar “esto es lo que quiero”.
 
Una persona asertiva se permite rechazar o decir no, de manera cortés pero al mismo tiempo con firmeza y posee libertad emocional cuando expresa sus sentimientos.

Como conclusión, ser asertivo y empático no es equivalente a aceptar y decir “sí” a todo lo que se le propone, es ser lo suficientemente libre y diplomático para saber decir “no” cuando corresponde y, a la vez, explicitar el por qué de esta decisión.

En el libro “Asertividad. Haga oír su voz sin gritar”,[1] se concluye que:

La asertividad es: esto es lo que pienso, esto es lo que siento y esto es lo que quiero.
La agresividad es: esto es lo que quiero –es absurdo que pienses de otra manera-; lo que siento –tus sentimientos no cuentan-; y esto es lo que quiero –lo que quieras tú carece de importancia.

La pasividad es: piense lo que piense, no cuenta; lo que siento, no importa y lo que quiero, es irrelevante.

Sin lugar a dudas, ser asertivo tiene sus privilegios.

Por Edith Pardo San Martín

[1] “Asertividad. Haga oír su voz sin gritar”, Sherton, Nelda y Burton, Sharon. FC Editorial, Madrid, 2004. ISBN-10: 84-96169-28-6