Sin
embargo, el observador atento no dejará escapar nuevamente su mirada cuando
sepa que ese edificio alberga nada menos que las históricas cocheras de la
Presidencia de la Nación.
No
hay muchos datos sobre el edificio pero probablemente se construyó a finales
del siglo XIX y durante la presidencia de Julio Argentino Roca comenzó a
albergar las caballerizas de la presidencia.
Con
el pasar de los años se desarmaron los establos y se retiraron los carruajes
para dar lugar al estacionamiento de los automóviles de uso oficial, función
que sigue cumpliendo hoy en día.
Fachada
de la Cochera y Caballeriza Presidencial en 1916:
Fachada
de la Cochera Presidencial en la actualidad:
Lorenzo
Rotgé, cochero presidencial entre 1921 y 1953, afortunadamente le describió los
interiores del edificio a la revista “Lea y Vea” en una publicación del año
1962, la que nos sirve como valioso testimonio de la época:
“¿Saben
cuál era el marco para todo esto, cuando guardábamos en Leandro Alem 852?
Un
salón con mayólicas, pequeñas palmeras interiores, metales y pisos como
espejos. Los marcos de las puertas, así como los cabezales de los boxes eran de
bronce bruñido. Todos los patios tenían alfombras rojas. Fue necesario
cubrirlos porque estaban demasiado lustrados y los caballos resbalaban en
ellos.
La
caballeriza fue construida durante el gobierno de Roca.
Los
pesebres tenían las paredes azulejadas y la entrada estaba cubierta por una
cortina de terciopelo marrón.
El
lecho de los animales era de paja trenzada.
Sobre
cada una de las columnas situadas entre los boxes, había un vaporizador de
bronce con perfume “Cuero de Rusia”.
Los
jovencitos del lugar venían a pedirme que los dejase estar un ratito en la
cuadra, para que la ropa se les impregnase de aquél aroma.
Y
aquellos caballos...¡qué hermosos animales! Recibían los mejores alimentos y
a horario. Por la noche se los tapaba con cobijas de lana y en invierno, cuando
llevaban al presidente y tenían que esperarlo en la calle, eran cubiertos con
mantas de un paño color azul, forradas en astrakán, con el escudo nacional
bordado en oro.”
Además
de las memorias de Lorenzo también nos quedan las fotografías de las cocheras
tomadas en el año 1916 para el álbum de “La Presidencia de la República
Argentina 9 de julio de 1916″
Fotografía de las cocheras dónde se observa la sala
dónde guardaban
los arneses para los caballos:
Fotografía de las caballerizas:
Fotografía
de la sala dónde se guardaban las libreas, los uniformes que utilizaban los
cocheros desde la presidencia de Sarmiento:
Fotografía
del interior de la cochera con la carroza presidencial adquirida durante el
mandato de Sarmiento:
Según
el Complejo Museográfico provincial “Enrique Udaondo”, dónde se conserva esta
carroza desde mediados del siglo XX, fue “Adquirida por el Gobierno en 1870,
época en que ejerció la primera magistratura del país Domingo Faustino
Sarmiento. Fabricada en París por la firma Delaye y Compañía y llevada a los
Estados Unidos dónde fue comprada. Caja de madera de fresno pintada en negro. Ventanilla
con cristales biselados. Tapizada en seda. En su exterior ostenta numerosos
adornos de cobre plateados, labrados, cincelados y calados. Lleva cuatro
faroles redondeados y estribos plegadizos. Fue utilizada por los presidentes
Sarmiento, Avellaneda, Roca, Juárez Célman, Pellegrini y Sáenz Peña.”
Fotografía
de la carroza en la actualidad durante la exhibición de vehículos históricos en
la ciudad de Luján.
Así
como en las carrozas de la realeza europea se coloca el escudo de armas de la
familia reinante, en esta carroza presidencial se colocó el Escudo Nacional
Argentino en las puertas, los tiradores, el coronamiento y en el asiento
delantero para el cochero:
Fotografía
del interior del mismo carruaje tapizado en seda:
Fotografía
del interior de las cocheras en 1916 con la carroza de los Gobernadores de la
Pcia. de Buenos Aires:
Según
el Complejo Museográfico Enrique Udaondo, que también conserva esta carroza
desde mediados del siglo XX, “Es una berlina de lujo. Fue estrenada por Valentín
Alsina y sus ministros en mayo de 1857 y estuvo en uso hasta 1893. Construida
en París por el célebre fabricante de carruajes Víctor Lelorieux. Presenta
descanso para el lacayo y pescante para dos personas cubierto por una gualdrapa
de paño azul con flecos, galones y borlas, escudos provinciales en los
laterales, interior de brocado de seda (capitoné). Tiene siete ventanillas
forradas en terciopelo con cristal biselado y cortinas de seda blanca. Los
estribos son plegadizos. La caja está totalmente pintada de negro con rebordes
de plata aplicada. Los faroles son de plata cincelada.”
Fotografía
de la carroza en la actualidad en una de las salas del Complejo Museográfico
Enrique Udaondo en la ciudad de Luján:
Detalle
del escudo de la Confederación Argentina y del espacio para el lacayo en el
sector trasero de la carroza:
El
interior de la misma carroza tapizado en seda:
Fotografía
de otra de las carrozas presidenciales (calesa) en uso en 1916:
Es la misma carroza que trasladó a la Infanta Isabel de Borbón en los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910. Podemos ver a la Infanta dentro de la carroza en la fotografía ubicada debajo, y el Escudo Nacional Argentino señalado con un círculo rojo:
Fotografía
de otro carruaje presidencial en uso en 1916:
Este
carruaje se utilizó para trasladar al Príncipe Humberto de Saboya en su visita
al País en 1924. Lo podemos ver saliendo de la Casa Rosada en la siguiente
fotografía guardada en el Archivo General de la Nación:
Fotografía
de Lorenzo Rotgé con el mismo carruaje en Campo de Mayo en 1962, donde
permanece actualmente:
Otro
carruaje presidencial en uso en 1916:
Como
comenté anteriormente, a mediados del siglo XX las caballerizas se desarmaron
para dar lugar al estacionamiento de los vehículos oficiales de la presidencia.
Sin embargo todavía se conservan algunos restos de la decoración original como
son los cerámicos sobre el ingreso (señalados con un círculo rojo en la
fotografía ubicada debajo), y los vitrales que se llegan a ver si uno asoma la
cabeza por el portón de entrada sobre la Avenida Leandro N. Alem 852.
Parece
ser que además se están realizando obras de conservación, o al menos eso se
deduce del llamado a licitación del año 2010 para el desmontaje y
reconstrucción de la cúpula central del edificio:
A
continuación les transcribo por completo la entrevista realizada por la revista
“Vea y Lea” a Lorenzo Rotgé en el año 1962, en la que relata curiosísimas
anécdotas de su labor como cochero presidencial durante 43 años:
Fotografía
del artículo:
“La gente
se había volcado en las calles. Al paso de un caballo de buena estampa, que
tiraba de un “milord”, los brazos cruzados sobre el pecho, las manos metidas en
las bocamangas del saco, iba Marcelo Torcuato de Alvear rumbo al Congreso. De
pronto, al acercarse a la Plaza Lorea, de entre el gentío, surgió un hombre
corpulento en mangas de camisa. Saludaba con los brazos en alto agitando una
libreta. Imprevistamente echó a correr hacia el carruaje. Cuando llegaba,
Lorenzo Rotgé, el cochero, extendió una pierna y con el pie le dio en pleno
pecho haciéndolo caer. La policía se acercó y lo detuvo. Debajo de la ropa
llevaba una pistola. Fue un momento de tensión.
-¿Cuándo fue eso?
-Allá por mil novecientos veintitantos. Lorenzo Rotgé, que fue cochero de la Presidencia desde 1910, primero como suplente y en 1921 ya como titular, hasta 1953, evoca el suceso en silencio. La emoción le anuda la garganta con un lazo de nostalgia. Hojea fotografías, casi amarillas, que lo muestran conduciendo a distintos presidentes en diferentes épocas. El landó guiado por él, por ejemplo, que paseó al Cardenal Paccelli, Pío XII años después.
-Recuerdo —dice— su llegada, en 1934, en oportunidad de realizarse el Congreso Eucarístico. El espectáculo era realmente imponente. En el puerto los árboles eran racimos de gente, igualmente los techos de los vagones y las calles. Partimos rumbo a la Catedral. Mi cabeza era lo más parecido a un bombo. El camino estaba alfombrado de pétalos. La gente arrojaba flores desde los balcones al paso de la carroza. Nadie se imagina lo que un presente tan gentil puede significar cayendo desde un tercer piso encima de uno…
Sus
pupilas, que están húmedas, se aclaran con una sonrisa y nos cuenta, así como
al pasar, que también había “fans” en aquel entonces. Cuando llegó Humberto de
Saboya, “el principino”, las niñas le
arrancaban botones y jirones de ropa que llevaban como trofeos. Al bajar de la
carroza, una de ellas se le acercó, pero fue empujada por otras. Trastabillando
chocó con los escalones del coche y cayó de espaldas, con las piernas al aire,
las que agitaba tratando de recuperar la verticalidad. Uno de los lacayos tuvo
que ayudarla a incorporarse rompiendo todo el ceremonial.
El ex cochero, mediana estatura y cabellos blancos, que tiene ahora 86 años, vive con su hija en el pueblo de San Martín, aledaño a la Capital. No muy lejos, en la Escuela Militar de Equitación de Campo de Mayo, duermen sus sueños de glorias pasadas los que fueron carruajes presidenciales. Entre ellos la calesa que condujo a la Infanta Isabel durante los festejos del Centenario.
Don
Lorenzo va periódicamente a ver las carrozas que durante tanto tiempo lo
tuvieron a él en el pescante. Pasa sus manos sobre las ruedas, como en tanteo
de caricia. Los coches están limpios y cuidados, pero él siempre descubre una
mota de polvo. Cada uno de ellos es un símbolo del pasado. Berlinas, calesas,
un milord.
-Con
este landó lo perdí al príncipe de Gales —dice.
-Cuéntenos.
-Pues sí. Yo conducía este coche llevando al príncipe. En determinado momento miro por una vidriera (el protocolo no nos permite darnos vuelta) y veo el carruaje vacío. Me vuelvo entonces para asegurarme. ¿Qué había pasado? Pues que se había apeado al pasar frente al café de Hansen. Era un hombre muy precavido. Siempre llevaba consigo un grueso bastón-vaso lleno de whisky escocés…
Volvemos
a la realidad. Estamos otra vez en el galpón. Guardados por vitrinas, se halla
un amplio surtido de ropa de cocheros, lacayos y postillones. Entre ellos, la
librea, para usar con tricornio y peluca, que trajera Sarmiento. Calzado de
todo tipo, arneses, guarniciones y sillas para atalajar a la “D’Aumont”.
-¿Qué es atalajar a la “D’Aumont”?
-Se llama “D’Aumont” al tronco de dos caballos, y gran “D’Aumont” al de cuatro o más.
Y ahora es don Lorenzo quien hace preguntas:
-¿Saben cuál era el marco para todo esto, cuando guardábamos en Leandro Alem 852? Un salón con mayólicas, pequeñas palmeras interiores, metales y pisos como espejos. Los marcos de las puertas, así como los cabezales de los boxes eran de bronce bruñido. Todos los patios tenían alfombras rojas. Fue necesario cubrirlos porque estaban demasiado lustrados y los caballos resbalaban en ellos. La caballeriza fue construida durante el gobierno de Roca. Los pesebres tenían las paredes azulejadas y la entrada estaba cubierta por una cortina de terciopelo marrón. El lecho de los animales era de paja trenzada. Sobre cada una de las columnas situadas entre los boxes, había un vaporizador de bronce con perfume “Cuero de Rusia”. Los jovencitos del lugar venían a pedirme que los dejase estar un ratito en la cuadra, para que la ropa se les impregnase de aquél aroma. Y aquellos caballos. . . ¡qué hermosos animales! Recibían los mejores alimentos y a horario. Por la noche se los tapaba con cobijas de lana y en invierno, cuando llevaban al presidente y tenían que esperarlo en la calle, eran cubiertos con mantas de un paño color azul, forradas en astrakán, con el escudo nacional bordado en oro.
-¿Recuerda usted qué presidente fundó la cochera?
-Comenzó
con Rivadavia, quien adquirió, para su uso personal, un hermoso landó. Tenía
cómodos asientos para los lacayos. Después se continuó con Sarmiento. Había
mandado construir otra gran carroza, con finísimos cristales, tapizada en raso
blanco, incrustaciones de nácar y guarniciones de plata. Juárez Celman,
Figueroa Alcorta y Roque Sáenz Peña, enriquecieron la colección de vehículos,
arneses, uniformes y el plantel de equinos de raza Haknesy (inglés) con
sucesivas adquisiciones.
Lorenzo Rotgé recuerda un episodio singular. Durante la primera presidencia de Yrigoyen y cuando se encaminaba hacia el Congreso, en la esquina de Paraná y Avenida de Mayo un grupo de hombres desenganchó los caballos y condujo el coche hasta el Parlamento. Desde entonces, creo, Yrigoyen ni quiso subir nunca más. Inmediatamente dictó un decreto suprimiendo el protocolo. Nada le molestaba tanto como vestirse de gala. Nunca vi nadie más sencillo. Tanto que no quiso ir a vivir a la residencia que le destinaron y continuó habitando en la casa existente en la calle Brasil, entre Bernardo de Irigoyen y Lima.
Lorenzo Rotgé recuerda un episodio singular. Durante la primera presidencia de Yrigoyen y cuando se encaminaba hacia el Congreso, en la esquina de Paraná y Avenida de Mayo un grupo de hombres desenganchó los caballos y condujo el coche hasta el Parlamento. Desde entonces, creo, Yrigoyen ni quiso subir nunca más. Inmediatamente dictó un decreto suprimiendo el protocolo. Nada le molestaba tanto como vestirse de gala. Nunca vi nadie más sencillo. Tanto que no quiso ir a vivir a la residencia que le destinaron y continuó habitando en la casa existente en la calle Brasil, entre Bernardo de Irigoyen y Lima.
-¿A qué presidentes extranjeros condujo?
-A Estigarribia, Morinigo, Getulio Vargas…
-¿Qué puede decirnos de ellos?
-De Morinigo casi nada. Era un hombre muy serio. Vargas vino durante la presidencia de Justo. Todo había ido bien hasta el domingo en que se corrió el premio Brasil en el Hipódromo de Palermo, al que quiso asistir. Salimos de la embajada sin ningún inconveniente, pero al llegar a la avenida Alvear había tanta gente que se asustó. Nuestro presidente le dijo que no temiese nada, pues el pueblo argentino era muy cordial y se lo manifestaba.
-¿Cuál fue su último viaje?
-En 1953, llevando al presidente de El Líbano, Camille Chamoun. Un hombre joven, vestido a la usanza occidental, pero con un gorro rojo al estilo de su país. Era simple y agradable y entendía bastante el castellano. Después ya no pude trabajar más. Estuve muy enfermo y me jubilaron ese mismo año, cuando todos pensaban que iba a morirme.
-¿De cuánto es su jubilación?
-De tres mil ochenta pesos.
-¿Tuvo algún accidente durante su trabajo?
-Sí, en 1951. Un cabañero le había regalado al presidente cuatro caballos y yo se los estaba amansando. Llevaba dos de ellos atados a un coche por los bosques de Palermo. De improviso se asustaron y corrieron hacia un árbol, rompiendo la vara del coche. Como no solté las riendas me arrastraron un trecho, rompiéndome un brazo y una rodilla y hundiéndome algunas costillas.
-¿Le gustaría volver a ser cochero?
-Desearía ver nuevamente al presidente yendo en carruaje a recibir embajadores, a huéspedes ilustres, a la apertura de sesiones parlamentarias e iniciando el desfile del 9 de Julio, como antes…
La voz se le empaña mientras rememora…
Salimos.
El sol declina sobre Campo de Mayo. Dentro de un galpón ha quedado, acariciando
reliquias, un hombre enamorado del pasado. Se llama Lorenzo Rotgé. Tiene 86
años, los cabellos blancos y la salud quebrantada. Es el último cochero
presidencial.
Para
finalizar quisiera agregar que, en mi opinión, sería ideal agrupar las carrozas
oficiales de la presidencia en una sola colección en vez de tenerlas dispersas
en Campo de Mayo y el Complejo Museográfico Udaondo, y así exhibirlas al
público en un edificio acondicionado para la ocasión. Un buen ejemplo es las
Royal Mews del Palacio de Buckingham en Londres.
dónde
se exhiben las carrozas que utiliza la Familia Real Inglesa desde el siglo
XVII:
Agradezco
al señor Sergio Kiernan por haber publicado este artículo en la sección m2 del
diario Página 12:
Autor Pablo Chiesa
Fuentes
Fuentes
Álbum
de “La Presidencia de la República Argentina, 9 de Julio de 1916″.
Revista
“Vea y lea” año 1962.
Museo
de la Casa Rosada.
Complejo
Museográfico Provincial “Enrique Udaondo”.
Archivo
General de la Nación.
Aclaración: Las
fotografías publicadas con marca de agua no son propiedad del blog Mirada
Atenta, se les coloca la marca como medida de protección de la investigación.
Como Versailles en sus colecciones, y de hecho, hasta el Museo Nacional.
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