Quizás parezca
a destiempo haber escrito estas observaciones, pero precisamente porque son observaciones,
las mismas han sido producto de revisar una y otra vez las imágenes de las
ceremonias principales de Abdicación e Investidura del Reino de los Países
Bajos, realizadas el 30 de abril pasado.
No es un
secreto que ni bien se conoció en 2012, la intención de la entonces Reina
Beatrix de abdicar en favor de su hijo, se inició la planificación para una
jornada que ha marcado un punto de inflexión institucional importante.
La
monarquía holandesa, que comenzaba a trazar una nueva dirección respecto de su
propia imagen: tras 123 años, la investidura real pasaría a un hombre
convirtiéndolo en el monarca más joven del siglo XXI. Emite un primer mensaje
simbólico, respecto a la misma lozanía de la institución monárquica.
Así pues en
la fecha mencionada, en la Sala de Moisés del Palacio Real de Ámsterdam, tuvo
lugar el acto de abdicación con la presencia de testigos y un
grupo de invitados de la Familia Real holandesa.
Si
bien se trató de un
sencillo, aunque solemne acto, cada una de sus secuencias fueron cuidadas al
detalle. Una mesa protocolar vestida de color burdeos, montada a la francesa,
con tres simples centros florales por todo adorno y un atril de mesa desde el
que se leyó el acta de abdicación y la etiqueta observada por los asistentes, transmitieron
un nuevo mensaje: austeridad en tiempos de crisis global.
El
balcón del Palacio Real
Difícil es ver que los miembros de una monarquía
manifiesten públicamente sus sentimientos o expresiones de amor y cariño, salvo
que los mismos tengan como destinatarios a los niños. Más allá de esto, la
Princesa Beatrix se permitió mostrar a los ciudadanos la emoción al anunciar su
abdicación y presentar al nuevo Rey Guillermo Alejandro, quien luego de un
breve mensaje abrazó y besó a su madre. ¿Sería posible trasladar esta escena a
la monarquía británica?
Resulta interesante aquí hacer una
mención a la comunicación corporal del nuevo monarca, como la emisión de
mensajes simbólicos apoyados en la postura de sus manos.
Ciertamente, las manos representan lo
más íntimo del ser humano, la asombrosa fusión del cuerpo y del espíritu. Las
manos poseen elocuencia propia ya en unión con la palabra como en el silencio,
pues su lenguaje expresa una idea, un sentimiento o una intención.
La postura de las manos del rey es la
denominada por Birdwhistell, como de “ojiva”, este ademán es propio de personas
que ostentan un alto cargo, que se tienen confianza y manifiestan una actitud
de seguridad. Es de destacar que la disposición de las manos de esta manera
responde, como se dijera anteriormente, a un estado interno del espíritu el
cual es comunicado a la mente. Acaso ¿una nueva señal del cambio de imagen?
El
balcón del Palacio Real continúa siendo el escenario en la primavera holandesa,
su decoración así lo demuestra con gran variedad de flores blancas, amarillas y
anaranjadas y –entre ellas- infaltablemente las frutas que representan a la
Casa de Orange-Nassau, las naranjas. Estupendo marco para presentar en sociedad
a la nueva heredera al trono, la Princesa Catharina-Amalia quien deberá ser
tratada como Su Alteza Real.
Obviamente,
no es casualidad que la Princesa esté ubicada delante de su padre, el Rey: el
beso que recibe la niña simboliza la herencia recibida. Una observación interesante
para agregar en este punto; la Princesa Beatrix ha sido madre de varones, el
Rey Guillermo Alejandro es padre de tres niñas…
La ceremonia de Investidura
Es lógico
pensar que a posteriori de un acto de abdicación se realice una ceremonia de
coronación. Sin embargo, no ha sido este
el caso debido a que tal ceremonia implica el ascenso al trono “por la gracia de Dios” y el Rey
Guillermo Alejandro, lo hizo “por la
gracia del pueblo holandés” de acuerdo a la Constitución de los Países
Bajos convirtiéndose, de esta manera, en un acto laico.
La
Ceremonia de Investidura del poder real, se realizó en el mismo escenario en el
que los Reyes de Holanda celebraron su boda, la Iglesia Nueva, lugar de culto
desde el siglo XV hasta el año 1979 luego de la última reforma de la iglesia
holandesa.
Se podría
decir que el orden y la puntualidad “han reinado” en todo momento, dos
elementos más que necesarios para la ubicación de los más de 2.000 invitados,
que debían estar en sus lugares para el momento en el que los Reyes ingresaran
en el recinto.
A pesar
de los símbolos de una nueva imagen de monarquía que se han relatado
precedentemente, en la Ceremonia de Investidura se ha conservado gran parte de
la antigua tradición.
El cortejo
real, encabezado por los nuevos monarcas, recorrió el camino tapizado de color
azul que les llevaría a la Iglesia Nueva. Así, si bien el Rey Guillermo
Alejandro vistió frac con condecoraciones, llevó sobre sus hombros el manto
real confeccionado en terciopelo de color burdeos bordado en oro y forrado de
armiño, una réplica del que usara el Rey Guillermo I en el año 1815.
Usualmente,
una reina consorte apoya su mano sobre la del rey, en este caso la Reina
Consorte Máxima, vestida de color azul Francia, caminó a la izquierda de su
esposo tomada de su mano. Sin lugar a dudas, un símbolo muy fuerte que
exteriorizaba unión, apoyo y respaldo.
Si el
color anaranjado, presente en la decoración floral de la Ceremonia de
Abdicación, representaba a la Casa de Orange-Nassau, el azul (azur uno de los cinco colores
heráldicos) de la Reina no era otro que el de la bandera, color que simboliza
el espíritu de la verdad, la fidelidad y la lealtad.
Volviendo
a la Iglesia Nueva, antes de la entrada del cortejo real, habían ingresado
ubicándose en la primera fila la Princesa Heredera junto a sus hermanas (que
llevaban sendos vestidos del mismo azul que el de la Reina consorte) y la
Princesa Beatrix, ésta ataviada con un traje azul matizado con negro. Siendo el
negro la ausencia de luz, el cual en este caso representaba la autoridad.
Dos
detalles para enfatizar: el primero, que todos los actores de las ceremonias
que aquí se han puntualizado, habían ensayado todas y cada una de las
secuencias de los actos de la jornada histórica; el segundo punto: se habían
colocado escabeles para sus pequeños pies frente a los sitiales de las dos
princesas Alexandra y Ariadna, para brindarles confort durante la ceremonia.
Ubicados ya los Reyes en los tronos,
a su izquierda se han alineado sobre una mesa los símbolos del poder real: la corona,
representando la soberanía del Reino de los Países Bajos, el cetro como alegoría
del poder y la dignidad del Rey, el orbe que encarna el territorio del Imperio,
la espada del Rey como garantía del Estado, el estandarte nacional y un
ejemplar de la Constitución.
Aunque la
Iglesia Nueva ha dejado de ser un lugar consagrado, el nuevo Rey ha proclamado
su juramento invocando a Dios con palabras y gestos: elevando los dedos índice
y mayor de la mano derecha. El índice, alude al compromiso y llamado a Dios, en
tanto que el dedo mayor o medio -que representa al corazón- simboliza el
compromiso hacia su pueblo.
Asimismo,
en la fórmula pronunciada comienza diciendo: “Juro al pueblo del Reino que mantendré…” palabras que –en idioma
francés- están contenidas en el escudo de los Países Bajos.
Para
finalizar, luego de recibir de pie el juramento o compromiso de los miembros
del Parlamento, toda la asamblea exclamó las tres hurras en honor al nuevo
monarca.
La
marcha del cortejo real se inicia, esta vez, saliendo en primer lugar los
nuevos Reyes de los Países Bajos presentándose frente a la ciudadanía que los
aguardaba en la plaza, seguidos por la Familia Real y los testigos de la
Ceremonia de Investidura del poder real.
Se han
analizado dos ceremonias, en las que se han conjugado y ensamblado con arte,
los símbolos de la nueva imagen de la monarquía holandesa sin desdeñar aquellos
que han querido conservarse hasta el presente.
Como
nota final a estas reflexiones se considera pertinente la siguiente cita:
“Es
bueno que haya sencillez, sobriedad y gravedad en la celebración. Pero no
lo es que las manos queden como atrofiadas e inexpresivas. No hace falta
llegar al éxtasis y a la teatralidad. Gestos bien hechos, reposados, en
sintonía con la riqueza interior Gestos no vacíos, o simplemente porque
están mandados, sino llenos, auténticos.” (José Aldazabal, “Gestos y Símbolos (I)”, Dossiers CPL
24, Barcelona 1986)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Todo comentario, observación o crítica de los lectores, se deberá realizar mencionando su nombre y apellido completos y dirección electrónica.
Bajo ningún concepto se publicarán comentarios anónimos, firmados bajo seudónimo o con iniciales.