lunes, 22 de septiembre de 2014

Una conversación entre colegas



 No es fácil encontrar un tiempo para reunirnos con un colega y conversar con calma. Pero a veces llega y hace dos días fue posible. Los dos llevamos años trabajando en el Protocolo y hemos realizado también algunas actividades docentes con nuestra disciplina.

Mi colega y yo pudimos charlar despacio y así cambiamos mutuamente nuestras propias impresiones sobre el Protocolo en Argentina. No fueron endechas sino deseos de superar pronto una especie de desánimo colectivo. Es un desánimo enraizado en quienes han estudiado o se están especializando actualmente en Protocolo.

Nuestro país atraviesa unos momentos difíciles. No olvido que hace años, cuando daba cursos en la Facultadde Derecho, me detenía a explicar la correlación existente entre la forma de gobierno de un Estado y el Protocolo. Así era más fácil observar al vivo los ejemplos de la antigüedad en  Egipto y en Roma. Las inquietudes surgían y se concretaban en  deseos de continuar estudiando y conocer más.

Aquí, en Argentina, como he comentado en otra ocasión, los estudios de Protocolo no poseen rango universitario. Existen las llamadas carreras terciarias y también las tecnicaturas universitarias. Sin embargo, no se han dado pasos hacia eventuales licenciaturas que podrían llevar también a doctorados.

Los que egresan de aquellas carreras después de dos, tres o cuatro años de estudios, por lo general no acceden a puestos en Protocolo. A nivel oficial se desconocen las oposiciones para ocupar esos sitios. Desgraciadamente y lo admito con pena, los departamentos u oficinas de Protocolo y Ceremonial  están a cargo de personas sin  la capacitación necesaria. En todo caso y con atenuantes, la práctica o la repetición de actos, les lleva a ser empleados administrativos con horarios y remuneración.

En  la amable conversación de días pasados, mi colega y yo observamos la situación de nuestro país. La actual  no anima a volar alto y,  así quienes estamos en Protocolo nos damos de frente con la mediocridad. Inmersos y algo impotentes, nos esforzaremos y lucharemos.

Hoy, sábado 20 de setiembre,la Jefa del Estado hizo un viaje privado para almorzar con el Papa Francisco en Roma. Los antecedentes son cercanos y el Santo Padre, conociendo que ella viajaría a los Estados Unidos, la invitó a pasar por el Vaticano.

La Presidenta viajó con una comitiva de treinta y tres personas en el avión presidencial. La invitación papal era a la persona dela Jefa del Estado y no era una visita oficial, que posee un protocolo propio.

Resulta inexplicable el por qué de la numerosa comitiva. Se han olvidado o se desconocen las normas internacionales  acerca de las visitas de jefes de Estado. Sabemos que cuando se trata de una visita oficial, es el Estado invitante quien se hace cargo de todos los gastos. La diferencia entre el tipo de visitas no es sutil.

No todos los lectores coincidirán con mis apreciaciones y menos todavía  si comento la vestimenta dela Jefa de Estado. Totalmente de negro, eligió un sombrero al estilo de la duquesa de Cambridge. ¿No habrá una persona capaz de asesorarla? Había sido invitada a un almuerzo y por aquello de  que las damas se presentan con la cabeza cubierta frente al Papa, la elección de una mantilla sutil hubiese sido el complemento ideal.

Por otra parte y con tristeza lo admito, quienes debieran ser rectores en temas de Protocolo, no solamente lo olvidan sino que  llegan a decir que los tiempos han cambiado y que todo es diferente.No se trata de vivir de glorias  pasadas pero acuden en lontanza los ejemplos  maravillosos de nuestro Protocolo de Estado. Ahora, en cambio, parece como se deseara caramelear los temas. Quienes queremos  el Protocolo, estamos preparados para todo –ad utrumque paratus- porque tenemos esperanza y esperanza de la buena. No somos ocelados ni merodistas, pero nos hemos hecho de escalera abajo y también en lo alto. Nos duele la mediocridad y así vislumbramos tiempos mejores.

Por Esp. Univ. Abog. Roberto Sebastián Cava