Hace unos días, en un viaje relativamente corto
en taxi, tuve la oportunidad de iniciar una interesante conversación con el
conductor a raíz de que, a pesar de ser un día muy lluvioso y desapacible, le
hubiera saludado con una sonrisa.
Me comentó que rara vez le sucedía algo similar
y que, estadísticamente, al final de su jornada laboral, casi un 70% de sus
pasajeros sólo le indicaban el destino del viaje y que se sumergían en sus
móviles. “Ni saludo, ni gracias”, finalizó su comentario.
Seguimos intercambiando ideas sobre el tema,
debo admitir que me agrada dialogar en circunstancias como ésta, pues siempre es
posible aprender algo nuevo o encontrar inspiración para escribir.
Así continuó mi viaje hasta que otra de sus
frases me impactó y la reservé en mi memoria, pues sabía que sería el germen de
una nota: “El problema, en mi opinión, es que en los hogares ya no hay
comunicación”.
Y a renglón seguido, continuó su hipótesis
mencionando que muchas veces había visto en familiares cercanos, el mismo
comportamiento que tienen sus “pasajeros silenciosos”: algunos ensimismados en
juegos y otros mirando las redes sociales.
Llegamos al final de mi viaje y de la
conversación, ambos concluimos que, lamentablemente, las tecnologías de
avanzada se han infiltrado en el corazón del hogar. Me despedí del conductor y
caminé unos metros bajo la lluvia implacable y recordé el estupendo video que
me había enviado mi amigo Dani, sobre la comunicación entre padres e hijos.
Curiosamente el video lo realizó uno de los
hijos protagonistas y, sin dudas, la creatividad de su padre le había calado
hondo.
No son pocas las veces que se realizan posteos en
ésta y en otras redes, sobre el abuso del teléfono móvil en reuniones profesionales
o sociales, llegándose a prohibir su utilización en algunos ámbitos.
Cuando hablamos de las habilidades sociales, siempre
hacemos hincapié en la importancia que tiene el sentido común en el
comportamiento y presentación de las personas.
Por Edith Pardo San Martín